Acta de la 28ª Sesión Ordinaria – 16 de septiembre de 2004

http://noemiflaviaoliveto.blogspot.com.ar/2010/08/registro-de-la-n-55-propiedad.html

 

Versión Taquigráfica


 

Sra. Oliveto.

 

- Pido la palabra.

 

Señor presidente: no puedo dejar de mencionar que estoy bastante emocionada por este tema. En primer lugar, quiero decir que estar preocupado por la pobreza, por la miseria y por la desocupación es seguir el ejemplo de quienes lucharon y hasta perdieron la vida peleando, por ejemplo, por el boleto estudiantil. Quiero referirme muy especialmente a la experiencia de mucha gente que peleó por el boleto. Se trata de 25 compañeros míos, con quienes formé parte de la generación que peleó por el boleto estudiantil.

 

Voy a leerles algo que hice para ellos en el día de hoy:

 

“Queridos compañeros de Mar del Plata: pasaron tantos, tantos años y, sin embargo, los llevo en mis ojos, los siento en mi piel.

“Esta mañana le conté a un amigo que iba a ver a sus Madres a Mar del Plata. ¿Cómo las encontré? En las mil marchas de las Madres.

Ellas pidieron que todos lleváramos pañuelos blancos. Luis, mi compañero, me regaló uno que decía ‘Gustavo Stati’, que fue mi novio. Yo marchaba orgullosa con mi pañuelo y me tocaron la espalda: eran sus Madres, que habían leído el pañuelo. No las había visto desde que todos ustedes desaparecieron.

Es más, en Mar del Plata no las conocí. Pero nos encontramos. Fue hermoso encontrarnos. En ellas volví a descubrir un pedazo de cada uno de ustedes y pensé: ‘Es la revancha que me da la vida después de habérmelos quitado’.

Mi amigo me dijo: ‘Qué lindo lo que vas a hacer. Se trata de esas experiencias en la vida que, cuando se las pasa, uno ya nunca vuelve a ser como antes’.

¿Cuándo no fui más como antes? Cuando se los llevaron a ustedes. No volví a ser la misma. Me habían arrancado mis propios pedazos.

Marcas que atraviesan mi cuerpo de múltiples formas. Fui recorriendo tantos momentos... Mis propias palabras evocan las suyas.

¿Se acuerdan cuando fuimos todos juntos a la marcha de los colegios industriales? Cantábamos: ‘Mandarina, mandarina, mandarina, el aumento del boleto que lo pague tu madrina’. Estábamos tan contentos. ¡Qué chicos éramos!  ¿Se acuerdan cuándo íbamos a la playa a cantar, felices de que ya habíamos vendido todos los periódicos? Siempre, a esa hora, estaba atardeciendo. Gustavo tocaba la guitarra y cantaba: Viejo ventanal... o Por unas pupilas claras... o La realidad de que el perro sea perro y nada más...

Siempre me acuerdo de vos, Guillermo. ¡Qué enamorado estabas de Julia! Ella te buscó y te buscó junto a esa vieja luchadora que vos mismo pariste en Madres de Plaza de Mayo después de tu desaparición. ¿Te acordás, Norma, de que las dos queríamos ir esa noche a bailar o a pasear?  Vos con Daniel y yo con Gustavo. Fuiste a tu casa a buscar el secador de pelo para hacernos rulos. Moríamos por un par de bucles. Y sí: estaban los milicos esperándote en la casa de tu vieja. No volviste; yo te esperé y te esperé. “Tantas veces me pareció verlos en los subtes. A ver, a ver, ¿esa rubia no es Gladys? Y ése, el de pelo lacio, ¿no es Adrián? Ese de risa tierna, ¿no es Nacho? A veces estaba segura de haber visto a David, a Ángel o a Javier. Un día corrí detrás de una mujer convencida de que eras vos, Elena. Corrí, corrí, la agarré del brazo y la di vuelta para verle la cara, pero no. Otra vez me había equivocado. No eras vos ni ninguno. Al principio, estaba segura de que era cuestión de esperar un tiempo, un año y saldrían. Se hizo el Mundial de Fútbol y vino la OEA. Pero pasaron los años y no los volví a ver. Me contaron que estuvieron en la base naval, porque alguien que ahí los vio, dijo que una vez que se rompió el grabador y su música, se escuchaba el ruido de las gaviotas y el mar. Hoy los tengo dentro mío. Igual siempre los voy a esperar. Ahora encontré a sus madres. Amplié mi familia. Y otra vez no soy más la misma. De vuelta la vida me vuelve a cambiar”.

 

Por eso, junto con el diputado Milcíades Peña hemos acordado rendir este homenaje con alegría, con la alegría de esa generación cuando peleamos diciendo: “Mandarina, mandarina, el aumento del boleto, que lo pague tu madrina”.

 

Finalmente, en vez de rendir este homenaje con un minuto de silencio, pedimos que sea rendido con un minuto de aplausos.

 

- Puestos de pie los diputados y diputadas y el público asistente, se realiza el minuto de aplausos.